15 enero 2014

The angels of darkness - 9



Los días siguientes fueron una sucesión de sueños rotos por pesadillas y recuerdos, interrogatorios por parte de la policía preguntando por el cadáver encontrado, y visitas de todo el mundo para ver con sus propios ojos la chica que creían muerta. Por suerte, mi madre me protegía echando a estos últimos en cuanto los veía acercarse a casa. 

Mi madre... No había sido capaz de hablar con ella sobre el asunto, a pesar de que ella era la única que no me había avasallado a preguntas y la única que se merecía mis explicaciones. Solo quería que me cuidara, como cuando era una niña. 

En cierto modo la mala experiencia que había pasado esos últimos días, incluso después de encontrar el granero de los Woodland, me había cambiado. Y, para ser sincera, había contribuido a mejorar la maltrecha y escasa relación que tenia con mi madre. Aunque las palabras no fluían entre nosotras no estábamos incomodas con la situación, por que habíamos vuelto a la profunda complicidad de madre e hija que habíamos tenido durante mi infancia.


Los días siguieron sucediéndose, concluyó la semana y todo pareció normalizarse. Las bandejas, ya vacías de galletas y dulces, fueron devueltas a sus propietarios, la calma y el reposo volvieron a instalarse en casa... Los policías seguían investigando el asesinato de la chica desconocida y rastreaban la mansión en busca de más restos humanos. A pesar de todo, por muy horripilante que fuera la situación, parecía que el pueblo volvía a la normalidad. Pero no por mucho tiempo.


El día en que todo se volvería a sumir en la oscuridad, me tocaba hacer la compra, así que no me quedó otra que levantarme temprano, desayunar fuerte y salir a que me diera el aire. El sol brillaba profusamente, en un vano intento de contrarrestar el frío helador del viento proveniente de las escarpadas montañas. Los pájaros se bañaban en los charcos que la lluvia de la noche anterior había dejado. Todo parecía alegre y jovial, como si nada malo pudiera ocurrir.

Me dirigí al mercado de pintorescas paradas rebosantes de pescado fresco en hielo y verduras recogidas esa misma mañana. A pesar de estar acostumbrados al progreso, o decadencia según lo mirases, de las grandes cadenas de supermercados del siglo XXI, la gente del pueblo siempre había preferido el mercado tradicional. La fruta recién recogida, sin ceras para abrillantar la piel y que parezca más apetitosa pero artificial... Los huevos frescos, incluso algunos de dos yemas que te sorprendían y te sacaban una sonrisa en un día malo... En fin, las maravillas que siempre proporciona lo tradicional.

El maravilloso mercado del pueblo, de macizos arcos y vigas de madera y brillantes tejas de cerámica verde musgo, ese día estaba tan rebosante de vida y felicidad como siempre. Las mujeres se concentraban en la carnicería y algún que otro niño tiraba de los pantalones de su madre con la esperanza de que le comprase alguna gominola en la parada de dulces. Un gato comía en un rincón apartado algunos desechos de la pescadería, que debía haber robado cuando nadie miraba.
Pero lo mejor de todo era que por encima de los demás olores, el dulce aroma de la especialidad de la panadería del pueblo llegaba a todas partes. Recién horneados, los pastelillos de manzana, esperaban orgullosos ser disfrutados por todos y cada uno de los habitantes de ese gran pueblo.

La mañana transcurrió sin altercados, pero el radiante día se vio rápidamente desmejorado. Las espesas nubes cubrieron el sol por completo en cuestión de minutos y acto seguido se desató la tormenta.



Se que la historia no parece seguir la línea que había trazado inicialmente... Pero, para que comprendáis qué me condujo hasta los hechos más relevantes, debéis saber todo lo que me ocurrió los años anteriores.
Sed pacientes, ya queda menos para mi último día en condición de frágil y mortal humana






Bueno... aquí está la novena página de “The angels of Darkness”, siento la espera.

Mordiscos sangrientos para todos!!

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