Esa noche algo en ella había cambiado y Luna no sabia como había ocurrido.
Su pasado la había atormentado, perseguido y destrozado. Esa pequeña, pero no frágil, muchacha nunca había aceptado la condena que su madre le regaló: la eternidad. Ver desfilar las noches ante sus ojos sin poder impedirlo, ver morir a todas y cada una de las personas a las que amaba... No era un regalo deseable. Era un frió helador que le iba calando hasta llegar a los huesos, un frió que le alcanzaba el corazón, se apoderaba de él, volviéndola un monstruo despiadado y cruel.
La primera vez que la dulce muchacha mató estalló en llantos, se castigo a sí misma, quiso deshacerse de su recién estrenada esencia. Pero eso no era posible, tenia el don de la inmortalidad. Con el paso del tiempo, muerte a muerte, se fue escondiendo en un caparazón frió y oscuro como la obsidiana. Acabó por ignorar el mundo que la rodeaba, no le interesaba lo que ocurriera, evitaba a cualquiera que no fuera su cena y si un humano poco afortunado se cruzaba en su camino cuando no tenia hambre, le rompía el cuello sin esfuerzo alguno y seguía su camino como si nada hubiera ocurrido.
Es cortito pero hace tiempo que lo tengo pendiente de publicar. Ya escribiré más en otra ocasión.
siempre genial. Love you.
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